JOHN STACHEL
En la maraña de sucesos y personajes que nutren la historia de la ciencia se han conocido momentos muy singulares de los que han surgido cambios revolucionarios. 1905 fue uno de esos hitos. En aquel «año milagroso», Albert Einstein, entonces todavía un desconocido empleado de la Oficina de Patentes de Berna, publicó cinco artículos, hoy imprescindibles para conocer el desarrollo de la física, y, en más de un sentido, de la humanidad. Dos de esos artículos fueron especialmente importantes: «Sobre un punto de vista heurístico concerniente a la producción y transformación de la luz» en el que Einstein extendió a la radiación electromagnética la discontinuidad cuántica y «Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento» en que creó la teoría de la relatividad especial, que revolucionaba nociones filosóficamente tan fundamentales como son las de espacio y tiempo, socavando los cimientos de la física anterior. El tercero de aquellos trabajos contiene una sencilla expresión matemática, E=mc2, sobre cuya verd