JOSÉ CORREDOR-MATHEOS
Con una trayectoria de sorprendente coherencia, la obra de José Corredor-Matheos ha ido profundizando, depurando, sus presupuestos iniciales, y acentuando su perfil personalísimo y un tanto excéntrico con respecto a sus coetáneos de la generación del cincuenta. En la tradición de la «poesía pura» de Juan Ramón o Valéry, Corredor-Matheos entiende el poema como una visión detenida de lo fugaz, una cristalización del fluir o una aprehensión del destello que los objetos o el paisaje ofrecen al sujeto. Su expresión justa y esencial, despojada y autosuficiente, y su tonalidad serena delatan además la gravitación explícita de la poesía oriental. El don de la ignorancia, que prosigue la estela de un libro tan original como Carta a Li-Po, se convierte en su poemario más preciso, el de expresión más ceñida y natural. Dividido en cuatro partes, El don de la ignorancia arranca con algunos poemas de extrañeza y asombro por la mera existencia. En ellos s