La saragata

10 ENE

«La tiranía de las moscas», de Elaine Vilar

Per Pere Mateu Tella
«La tiranía de las moscas», de Elaine Vilar

«Digo yo, que no sé nada de la vida, que con esa cara de mosca no te queda nada por hacer. Eres una criatura patética. Un insecto, mamá».

 

Uno, dos, tres, abro el regalo muy despacio despegando el celo sin romper el embalaje, para un posible reúso, una reutilización regalada año tras año. Una caja marrón con letras en negro, olvido como leerlas, pero no es necesario, su imagen ya es un recuerdo entero, una historia hecha logo. Tiro del abre fácil de cartón con hilo rojo, como cuando era niño y devoraba las tostarica, como cuando los babybel se me pegaban al paladar. No quiero abrirlo delante de todos, prefiero hacerlo en soledad, pero no me dejan. Todos los ojos me miran y esperan ansiosos por saber qué hay en la caja, ellos tienen más ganas que yo, el efecto placebo del chismorreo y el cotillear los gustos ajenos. Papel de burbujas que contiene algo pesado, desenvuelvo y veo un anillo, no está en caja ni en joyero, junto a este, una mano cortada, la mano de mi tía. Hay más, carne en caja, orejas, brazos y bocas abiertas con alguna que otra caries, pendientes colgando que brillan por los flashes. Levanto la cabeza de felicidad, un cúmulo de carne, un abrazo familiar transportable, un cariño y una caricia. Ya no están, no hay nadie que me rodee, estoy solo debajo del árbol con sangre en las manos, papel hecho añicos y lágrimas en los labios.

 

Las hormigas entran por mis orejas cuando duermo, van creando su casita, su avispero al que regresar después del día. Todas se reúnen ahí, las escucho susurrar, se juntan en masa para estar calentitas. Allí mueren en grupo. Me gusta dejarlas dentro, que sus cuerpos me hablen por la noche, que sus patitas muertas me hagan cosquillas. Son mis amigas y siempre las voy a escuchar.

 

Escribo estas líneas justo después de terminar «La tiranía de las moscas» de Elaine Vilar, conecto con los insectos, con la historia y la trama traumática. Tres hermanos insólitos, una casa llena de humedades y una falta voraz de amor carnal. Y es que los insectos siempre han sido objeto de náusea, de angustia o vómito, lo que la gente no sabe es que cuando sus patas te rodean se siente como un hogar, un abrazo de mil manos, un cálido recoveco en el que descansar. Casandra, Caleb y Calia, las tres ces, viven en una tiranía familiar de la que no pueden escapar, una dictadura totalitaria que únicamente las moscas pueden combatir. Ahí empieza una alianza firmada con sangre, un respeto mutuo que sigue un sendero lleno de alas, realismo mágico y susurros entre paredes. Amor y literatura al unísono, un goteo constante de esos fluidos que el organismo expulsa por cada orificio, como una bolsa de basura, como orgánica en descomposición. Un libro que mancha, que humedece las palmas y que hace sollozar.

 

- ¿Crees que la muerte es bonita?

- Sí. Cuando hay varios animalitos quietos, entonces te das cuenta de algo…

- ¿De qué?

- Uno encaja donde está el otro.

 

 

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