La saragata

09 ABR

No hacer historia

Per Esther Riba Puértolas
No hacer historia

La literatura del YO le llaman. Las que hemos llevado la rutina germánica del diario sabemos de lo que hablan. Era pequeña, quizá tras mi primera comunión, que empecé a registrar mi día a día en un diario. Entonces lo cerraba con llave mediante un candado. Aun así, lo metía entre mi ropa bien al fondo. Como si escondiera el santo grial de mis días, algo completamente secreto para los de casa.

 

Más tarde, cuando aumentó el volumen de escritura, empecé a utilizar viejas agendas de propaganda, guardadas sin utilizar. Podía indicar otro año que no era el que cursaba, y yo escribía el de verdad. Todo por no pedir libretas y más libretas. Cómo iba a explicar que las «gastaba» en mis diarios.

 

Agosto de 1988

Este diario que llevo escribiendo desde 1957 conservado desde 1963 (dolor al constatar que mi madre había quemado seis años de diario, De 1957 a 1963, años clave), Me da la impresión de una vaga continuidad… En el fondo podría ubicar - ¿me equivoco al pensarlo? - Un pasaje de 1978 en 1967, Uno de 1963 en 1988… ¿Habría una gran diferencia, una distorsión? Nada traduce mejor la permanencia del yo que el diario, al no hacer historia.

 

Estoy leyendo Escribir la vida: Fotodiario de Annie Ernaux. Se publicó hace justo una semana y con Pere no pudimos esperar. Ernaux, siempre tan certera, habla de ese día a día registrado. Nuestras hazañas que no son historia, que no son hechos inolvidables, que podríamos cambiar de año y nada nos sorprendería. Nos encajarían como los hechos repetitivos que anotamos con el paso del tiempo. Esos momentos también nos definen, también construyen nuestra YO. Y nada como el diario para atestiguar esa permanencia que explica que seguimos siendo las mismas.

 

Leyendo a Ernaux, cómo su madre quemó sus diarios, he recordado por qué escondía los míos y los cerraba bajo llave. Siguen en casa de mi madre. A veces pienso si los debió leer y nunca dijo nada.

 

Hoy en día escribo un diario cada vez que hago práctica de yoga. Termino la sesión y dejo constancia de si he sentido dolor, dónde, qué emociones han venido a mí, qué recuerdos, las posturas que han sido más placenteras, si mi mente ha estado hacedora o presente. Escribo inmediatamente en acabar la conexión. Añado lo destacado del día, que siempre conjuga a la perfección con la práctica. Es un diario a días. Es un diario conectado con un estar presente con mi cuerpo. Es otro yo dentro del yo.

 

Gracias a que no me he propuesto escribir un diario, puedo volver a este cuaderno de forma gratuita, Sin el agobio de no haber anotado a su tiempo, tal cosa o la otra. Ya hace años que me barrunté la falacia de los diarios concebidos como un reflejo más o menos fiel del encadenamiento temporal con que se sucedieron los hechos que registra. Ni siquiera mi padre, persona meticulosa y tenaz como pocas, creo que dejó de percibir alguna vez lo problemático del empeño.  

 

También he leído a Carmen Martín Gaite y esa maravilla de ensayo que ha editado José Teruel en Siruela, De hija a madre, de madre a hija. Gaite desmiente cualquier romanticismo que podamos asociar a un diario. Porque… ¿y cuándo esa regularidad impuesta de escribir los hechos tal y como suceden se convierte en una obligación? ¿Se trunca entonces nuestro empeño verdadero cuando resulta ser algo autoimpuesto?

 

Ahí lo dejo. No le demos muchas vueltas. Lo mejor es fluir y escribir si surge la necesidad. De momento, leedlas y decidid vuestra posición.

 

Bibliografía

Ernaux, Annie. «Escribir la vida: Fotodiario». Cabaret Voltaire, 2025. Traducción de Lydia Vázquez

Martín Gaite, Carmen. «De hija a madre, de madre a hija». Siruela, 2025

Tornar a les notícies