La saragata

28 MAY

Poesía bizum

Per Pere Mateu Tella
Poesía bizum

Vivimos encarcelados en un control absoluto, atrapados dentro de un mundo lleno de ojos, de cámaras y micrófonos. Todo en todas partes se graba, se guarda vete a saber dónde y se conserva. Todo tiene que permanecer, tener su espacio, su lugar. No encontramos las cosas, no tenemos recuerdos, no palpamos nuestra historia. Engullidos por un mundo gobernado por el capital, Afonso Cruz traza la cúspide de esta sociedad ultra productiva, mercantilista y enfocada en la eficacia instantánea en su obra Vamos a comprar un poeta (Libros del Asteroide, 2025). En ella nos plantea un mundo «supuestamente efectivo» que se fundamenta en la utilidad y la búsqueda del movimiento más económico posible para poder sobrevivir y hacerse cada vez más rico. Las personas pasan a un segundo plano, lo importante son los bienes. Así pues, ya no existen los nombres, cada persona tiene un número asignado, cada afecto o sentimiento se contabiliza y todo se controla y se calcula. Los poetas, como los arquitectos, escultores y pintores pasan a ser algo fuera de serie, personas que no pueden vivir por sí solos al no poder sustentarse y terminan convirtiéndose en distracciones o decoraciones.

 

«¿Metáforas? [...] Perdona, pero un zapato no es un guante enamorado de las manos equivocadas. En el mundo donde vivimos, a eso se le llama una mentira».

 

La familia que conocemos decide adoptar un poeta. Abriendo así una brecha donde los sentimientos empiezan a florecer a través de metáforas y las ideas libres comienzan a dibujarse por las paredes.

 

«Me apetecía tener un poeta, ¿y qué? Numerosos estudios afirman que tener un artista, un bailarín, un actor o incluso un poeta ayuda a combatir el estrés, a bajar el colesterol malo, lo que nos hace ciudadanos y profesionales más productivos, concentrados y eficaces. Nada podría ser más útil que eso».

 

Cada vez más cerca de esta realidad alternativa, de esta falacia tan poco distante. Mientras, y para combatirlo, seguimos leyendo y escribiendo alguna cosa, volvemos a utilizar carretes analógicos y utilizamos el lenguaje como expresión completa del pensamiento.

 

 

 

 

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