MIGUEL ANGEL VILLENA GARCIA
A mediados de los años ochenta, España empezó a adquirir un papel cada vez más relevante en la política internacional a través de su ayuda oficial al desarrollo. En la década de los noventa, las ONG, que tenían una larga tradición de cooperación en otros países, se afianzaron en España despertando el interés y hasta el entusiasmo de los jóvenes, y constituyeron una alternativa de la sociedad civil a unos partidos políticos y sindicatos burocráticos alejados de la realidad. Las protestas contra la exclusión social, la desigualdad y la pobreza globales se convirtieron en una constante. Otro mundo parecía posible. Pero la gran crisis económica de 2008 afectó a todas las políticas públicas, y entre ellas especialmente a la ayuda al desarrollo. El presupuesto español dedicado a la cooperación se desplomó y la financiación de los programas de educación en América Latina, de sanidad en África o de igualdad de género en Asia quedaron gravemente afectados. Esta situación obligó a las ONG y al sector de