La saragata

07 FEB

Casa es lo que llamamos casa

Por David Fernández
Casa es lo que llamamos casa

Nunca he vivido fuera de casa. La única vez fue durante unos pocos meses en mi primer año como universitario en Tarragona, aunque la pandemia detuvo cualquier tipo de proyección que pudiera tener, y volví a mi pueblo, a mi zona segura. Antes del regreso, vivía en una residencia, rodeado de otras personas que no eran de la ciudad, pues se habían mudado para construir su futuro estudiando una carrera.

 

En la residencia no todos éramos nuevos, había algunos que llevaban un par de años viviendo allí. Ellos daban consejos, apuntes sobre la hora de ir a comer, anécdotas sobre antiguos inquilinos. Básicamente ayudaban a los recién llegados a adaptarse a ese nuevo entorno, a esa nueva casa.

 

Desencajada, escrito por Margaryta Yakovenko y editado por Caballo de Troya, trata la historia de Daria Kovalenko Petrova, una joven nacida en Ucrania —que pronto se mudó a España— y su experiencia como migrante, ahora que ha conseguido la nacionalidad española después de tanto tiempo. Cuenta cómo ha abandonado su patria inicial para establecerse en otra y que, por lo tanto, haya perdido su identidad en pos de otra.

 

«El lugar del que somos ya no sale en ningún mapa. Y sin mapa, no puedo encontrar el camino de vuelta»

 

Habla de las expectativas que hay depositadas en ella por parte de su familia, pero a la vez también existe otra presión por cumplir con los ideales de ese nuevo país, sintiéndose perdido viajando por la soledad y la incomprensión. En definitiva, habla de la adaptación forzosa como método para seguir, en un sitio en el que sabes que no encajas. Del dolor y la tristeza de tener que desapegarte de tu país de origen, su cultura y su idioma por otro completamente distinto, y verse forzado a aceptar ciertas normas o situaciones que no se deberían vivir.

 

«Me enamoro de Carlos sobre todo porque mis padres me han enseñado a querer la vida que tiene él. Mi padre llegando a casa a las seis de la mañana después de trabajar y diciéndome que tenía que estudiar, que tenía que sacar buenas notas, que yo debía ser capaz de trabajar solo con el cerebro»

 

Aunque no lo especifique, este debut de la escritora es casi una autobiografía de sus propias vivencias: el traslado de su hogar en Ucrania hacia un territorio hostil, donde debe adaptar una nueva identidad, otro yo, que conviva con todo su pasado. Ese sentimiento de transitar, casi de deambular, de una manera incómoda y de puntillas.

 

«El lugar del que te vas y al que crees que vuelves nunca es el mismo lugar. […] Cuando los migrantes decimos casa, ¿a qué nos estamos refieriendo exactamente?»

 

«La nostalgia consiste en idealizar en tu memoria aquello que ya no existe y que solo puede ser ideal porque sabes perfectamente que nunca podrás volver a alcanzarlo»

 

Ese crudo convivir con la nostalgia —mira que a veces nos hace difícil la vida—, con los recuerdos, con el sentimiento de echar de menos aquellos sitios por los que hemos transitado por su gran importancia emocional ligado a un momento de felicidad, hace que nos rompan por dentro. A Daria, la protagonista, le llega hasta romper con una relación amorosa para regresar a su pueblo de origen en Ucrania, recrear momentos que vivió de pequeña y darse cuenta que la gente que migra, ya sea interior o exteriormente, lo va a hacer toda su vida. Su casa va a ser aquello a lo que llamen casa.

 

«Partir es partirse. Partir siempre es morir un poco»

Volver a noticias