Elí Urbina es un poeta, editor y docente nacido en Chimbote, Perú, en 1989. Dirige la revista y editorial Santa Rabia Poetry. Es autor de los libros: «El abismo del hombre» (Argentina, Buenos Aires Poetry, 2020), y «La patria del instante, 120 haiku» (México, Alcorce Ediciones, 2023). Ha publicado en otras lenguas «Exŏdus» (Perú, Santa Rabia Poetry, 2022, con traducción del poeta estadounidense Jeremy Paden) y «L’abisso dell’uomo» (Italia, Edizioni Arcoiris, 2023, con traducción de Adriana Caterino). Además, es autor de las plaquettes «La sal de las hienas» (Perú, Plectro Editores, 2017), y «Fábula de los burros salvajes y otros poemas» (España, Editora BGR, 2022). Poemas suyos han aparecido en revistas como: «Θράκα» (Grecia), «Život» (Bosnia), «Репер» (Macedonia), «Frequenze Poetiche» (Italia), «Sémaphore» (Francia), «ÆREA» (Chile), «Círculo de Poesía» (México); y han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, francés, bengalí, griego, serbio, macedonio y croata.
UN TURBIO INSTINTO
Existe un turbio instinto
que sobrepasa
la sed interrogante del deseo,
el abismo secreto de la herida.
Es un impulso todo de vehemencia,
un estertor sensual,
una insomne punzada voluptuosa.
Perversidad.
Mirada de animal poseso
que trenza el espesor de la tiniebla.
En el centro de su hondo laberinto
ni el recuerdo del amor
ni el sentido moral ni nada importa,
solo la carne,
solo su negra eternidad,
el magnetismo
candente que te absorbe.
LA INTEMPERIE
Un lento puño de odio
estruja brutalmente
mi pecho desquiciado.
Nada calma mi rabia.
La memoria me aguija,
ensangrentado monstruo,
con un vago recuerdo,
sin tregua, sin piedad.
En mi alma se amotina
la piara de la angustia.
Perturbado deambulo
alrededor del cuarto.
Siento mi carne dura
como una piel curtida.
Mi mente inhabitable
se parte en estallido.
Destroza con violencia
el viento el vidrio oscuro.
La insomne garra negra
de la ira rasga el alba.
Bajo ardiente ceniza
palpo un rostro derruido.
Vencido por el odio
contemplo la intemperie.
BAJO ESTE CIELO EXTRAÑO
Bajo este cielo extraño hundido en el silencio
corto la oscuridad con turbia pincelada.
Un inmenso arenal me circunda, se extiende
sobre el hueco del mundo, llena todo de ausencia.
Erguido entre el dolor me mezclo con el polvo
en marcha circular, siempre en sentido opuesto.
El tiempo no es el tiempo, pero de golpe pasa.
Tensa de incertidumbre la palma de mi mano,
raigambre membranosa, se alarga sordamente.
Un raudo, casi helado ardor asciende, estalla.
Violento es el tumulto terrestre de la angustia.
Tanta boca, piedra, uña. Tanto ojo, vidrio, pelo.
Cada estremecimiento es un corte insondable.
Cada paso me envisca incrustado de culpa.
Materia abominada. Substancia crepitante.
Desde otra oscuridad, en la memoria, un rostro
grita inerme. ¿Es su nombre el nombre de mi herida?
En vano corto el muro de carne de esta sombra.
Es todo desamparo, dolor que nunca acaba.