La saragata

17 ENE

La era química

Por José Luis Ramos Rebollo
La era química

La obra de Frank A. Von Hippel, traducida recientemente por Bauplan, recorre cinco mil años de Historia y constituye «una larga crónica de químicos e ingenieros que elaboraron una enorme variedad de productos para enfrentarse a problemas urgentes y difíciles que, a menudo, trajeron graves consecuencias no deseadas». Con especial atención a la centuria que transcurre desde la plaga irlandesa de la patata, en 1845, y las consecuencias de la II Guerra Mundial, este ensayo documenta, con una minuciosidad que abruma, los avatares en la creación de una serie de agentes químicos con el objetivo de luchar contra plagas y enfermedades.

 

Los pesticidas acabaron, no sin dificultad, con la plaga irlandesa de la patata, «el cuarto cultivo más importante del mundo», y con la hambruna y la enfermedad que recorrió el mundo a mediados del siglo XIX, y cuyo cultivo comenzó en América ocho mil años antes. Von Hippel prosigue su trabajo, que planeaba realizar en dieciocho meses que se convirtieron en ocho años de investigación, con la conocida como «fiebre de los pantanos» o malaria, el «vómito negro» –«se culpaba a los negros de las consecuencias de la fiebre amarilla»–, la fiebre tifoidea o la peste bubónica o «muerte negra».

 

Los tres ejes de la obra –plaga, guerra y ecología– alumbran una primera parte, dividida en dos capítulos, esperanzadora para el ser humano por los esfuerzos de aquellos que querían acabar con calamidades y sufrimiento. La segunda parte, sin embargo, devuelve al lector a la desconfianza humana.

 

En 1915, después del primer uso en la historia de un arma de destrucción masiva, un soldado alemán dejó escrito:

 

«Nada quedaba vivo. Todos los animales habían salido de sus madrigueras para morir. […] El olor del gas todavía estaba en el aire. Estaba adherido de los pocos arbustos que quedaban. Cuando llegamos a las líneas francesas, las trincheras estaban vacías. Pero media milla más allá, los cuerpos de los soldados franceses estaban por todas partes. […] Podías ver que los hombres se habían arañado la cara y la garganta, tratando de recuperar el aliento. Algunos se habían pegado un tiro».

 

Durante la I Guerra Mundial, más de un millón de soldados sufrió heridas por el uso de armas químicas y otros cien mil murieron debido a ellas, así que después de la contienda, muchos países se sumaron a la efectividad de la destrucción química. Los españoles, por ejemplo, utilizaron gas mostaza contra los marroquíes en 1925.

 

Von Hippel plantea una última parte entre el recogimiento y la esperanza. Y contra el cianuro de hidrógeno, el dicloro difenil tricloroetano, y el conglomerado de empresas químicas.

 

Al inicio de este texto mentí. La línea cronológica del ensayo acaba con la alusión a la publicación en 1962 del ensayo de Rachel Carson, recientemente reeditado: «…cuanto más claramente podamos focalizar nuestra atención en las maravillas y realidades del universo que nos rodea, menos atracción sentiremos por la destrucción de nuestra especie. El asombro y la humildad son emociones sanas y no coexisten fácilmente con el ansia de destrucción».

 

Con un lenguaje alejado de academicismos y comprensible para cualquier lector, fruto de una cuidada traducción; con una sorprendente estructura a modo de Matrioska, reforzada por saltos temporales y geográficos; y con una coda personal y austeriana, en la que incluye accidentes ferroviarios y automovilísticos de antepasados del autor, solo se me ocurre brindar porque aquellos atropellamientos no impidieran el nacimiento de Frank A. Von Hippel.

 

Larga vida a LA ERA QUÍMICA.

 

CARSON, Rachel (2023 [1962]), PRIMAVERA SILENCIOSA, Barcelona: Crítica.

VON HIPPEL, Frank A. (2023), LA ERA QUÍMICA, Madrid: Bauplan.

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