«Cualquiera de nosotros es un loco en potencia. La
norma es una ilusión. Todos estamos sentados a horcajadas
entre nuestro propio mundo interior y el mundo exterior,
y nos balanceamos peligrosamente».
— Olga Tokarczuk, Tierra de empusas, trad. Agata Orzeszek-Rubió, 2023
Olga Tokarczuk suele construir sus obras a partir de la fragmentación del relato, organizándolas en torno a temas, hilvanando historias, ideas y temas que conforman una constelación. Ante esa exuberancia de contenidos y géneros, nos invita como lectoras —y me permitirán ese «nosotras», en honor al que la autora erige como narrador en cuarta persona— a unir los puntos en un intento de abarcar el universo de la obra. Tierra de empusas no es una excepción.
Ese «nosotras» femenino, evolución del narrador ya presente en Los libros de Jacob, ocupa aquí un puesto de observación privilegiado y no es omnisciente ni neutral. Es una voz lateral, lúcida, que observa el sanatorio donde un grupo de hombres misóginos es tratado por tuberculosis. Tokarczuk dialoga en esta obra con La montaña mágica, de Thomas Mann, aunque solo como punto de partida para tejer su propia constelación de acontecimientos. Si bien comparte con Mann ciertos temas —la enfermedad, el tiempo suspendido, el porvenir de Europa o los nacionalismos—, en Tierra de empusas los únicos consensos entre los personajes masculinos giran en torno a su misoginia.
El subtítulo de la obra, «Historia de terror balneoterápico», ya marca un cambio de registro con Mann y nos introduce en una narrativa más próxima al terror popular, ambientada en un bosque extraño e inquietante que rodea el sanatorio. Este espacio se convierte en escenario ideal para una nueva muestra de hibridación de géneros, una de las marcas autorales de Tokarczuk. A su vez, se despliega un abanico temático: el género, la construcción social de la alteridad, el cuerpo, una naturaleza fascinante y hostil, y, como eje transversal, esa misoginia que —según se indica en la Nota de la autora— toma la forma de paráfrasis de escritores hombres que han forjado el canon literario occidental, como Nietzsche, Sartre, Ovidio, Kerouac o Conrad. La autora no los niega, los transforma, los resignifica desde esta voz colectiva que se permite hablar en cuarta persona.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel, la autora defendía su narrador en cuarta persona, como una invitación a la lectura activa: que las lectoras y lectores perciban un todo, aunque no capten todas las conexiones, que puedan armar una constelación a partir de las pequeñas estrellas en órbita que conforman los acontecimientos.
Tierra de empusas una obra diversa, inquietante, fantástica y catártica, que transforma los albores del siglo XX de La montaña mágica en algo completamente nuevo, bajo la mirada de ese «nosotras» envuelto en mitología clásica, folclore popular y leyendas antiguas.