La saragata

31 JUL

Pereza en sus dos vertientes

Por Pere Mateu Tella
Pereza en sus dos vertientes

En verano me convierto en marmota. Apenas escribo, leo libros delgadísimos y engullo todo tipo de líquido que haya sido refrigerado en la nevera su debido tiempo. Trabajar estos días se hace cuesta arriba, levantarse ya es calvario. En verano debería hibernar, esconderme del calor, de la gente, del mundo entero.

 

«Anduve mucho, de suerte que, siguiendo mi costumbre, había olvidado dónde estaba, cuando, de repente, noté que había llegado a una de las puertas de la ciudad. Lleno de súbita alegría, atravesé la barrera y eché a andar entre prados y tierras de labranza. Lejos de sentirme fatigado, pareció quitárseme un peso de encima. Los viandantes me miraban con tal simpatía, que les faltaba poco para hacerme una reverencia. Todos se mostraban contentos, y todos fumaban cigarros puros».

Dostoyevski, F. (2025). Noches blancas. Galaxia Gutenberg

 

El otro día (casi cuarenta grados) vi que habían decidido poner ya la decoración de Halloween en algunas tiendas. Me pareció todo muy divertido, demasiado. La necesidad inmediata del todo a la que estamos acostumbrados. Ahora incluso intentamos adelantar el tiempo y que llegue otoño de esta forma. Lo mejor es que en octubre solo encontraremos escaparates con decoración navideña y las castañas guardadas. Es como haber dormido todo el verano, pero siendo aún agosto. Un falso espejismo.

 

«Yo no quiero pasar página echando tierra al agujero. Si escribo esta historia es para detenerme y decir: Aquí estamos nosotras. Todavía. En las pelusas, en el dormitorio, en mi sofá, en las canciones que escuchábamos juntas, en las series que veíamos, en la cafetería de Amparo, en mi porfolio, en mi vida. No quiero tapar la mancha, endurecer la piel, no quiero hacer como si nada».

Congosto, R. (2025). Amiga Mía. Blackie Books

 

En mis ratos libres que tengo para comer, y poco más, voy leyendo. Tengo en la mesita unos cuantos libros amontonados: «Noches blancas» de Dostoyevski en su nueva edición compactadísima y preciosa de Galaxia Gutenberg; «Amiga mía» de Raquel Congosto en Blackie Books y «El príncipe destronado» de Miguel Delibes en una edición de peseta que tenía olvidada y que me ha dado por recuperar. Estas son mis píldoras, mis pastillas para el dolor veraniego. Aquí un poco de ellas.

 

«De pronto, Juan, cuya garganta se movía lentamente, a intervalos, como si tragase algo, llegó a él, le quitó el chupa-chups de la mano, le propinó un mordisco y se lo devolvió. La esferita quedó truncada en unas estrías blanquecinas, como de hielo».

Delibes, M. (1966). El príncipe destronado. Ediciones Destino

Volver a noticias