FELIPE FERNÁNDEZ-ARMESTO
Desde hace ya algunos años, Barcelona atrae las miradas y fascina a la comunidad internacional. Sus dos milenios de historia, apasionante en muchos de sus episodios, culminaron en 1992 con la organización de los Juegos Olímpicos, que aumentaron su popularidad hasta cotas inimaginables. Se convirtió entonces en el orgullo del mundo, del que sobresalía para obtener un renovado y duradero prestigio. A pesar de no verse agraciada con un puerto natural y de haber sufrido diversas derrotas militares y desastres económicos, la ciudad condal ha conseguido una prosperidad económica envidiable y se ha convertido en la primera ciudad comercial de España, así como la mayor metrópoli de la cuenca del Mediterráneo. Como muestra la acertada historia de la ciudad que tenemos en las manos, todos estos aspectos se reflejan en su patrimonio artístico y arquitectónico, que posee una riqueza admirable y a veces olvidada. Para muchos, Barcelona lleva la huella indeleble del arquitecto Gaudí, pero la ciudad tiene muchas más caras: